miércoles, 28 de enero de 2009

El Chanfalla

En este momento de mi vida ya no me avergüenza aceptarlo. Cuando empecé a estudiar la prepa mi material de lectura favorito eran las cajas de cereal y los anuncios espectaculares.

No digo que no hubiera leído ningún libro, pero hasta ese entonces leerlos había sido un martirio: recuerdo que leer Momo de Michael Ende en sexto de primaria me producía alucinaciones y no precisamente por saber quiénes eran los hombres de gris que querían robarse el tiempo, sino por pensar que si no leía las 20 páginas obligatorias diarias, la maestra Hilda terminaría rompiendo su regla Barrilito de plástico en el dorso de mis manos.

Bueno, no es cierto, al entrar a la prepa no sólo leía las cajas de cereal y los anuncios espectaculares, también leía las historietas del domingo en el Excélsior y Mafalda y El asombroso hombre araña eran mis favoritas. Lo que si es cierto es que a esas alturas no me había, como decirlo… apropiado, enamorado, fascinado, encantado, etc. de ningún libro.

En esas estaba cuando en la Prepa 3 se puso una feria del libro y ¡zaz! que me apropio, enamoro, fascino de un libro. Y no, no es que haya quedado encantado de ver tantos ejemplares en un solo lugar, ni que la gente amable de los stands me animara a leer. Fueron sobre todo las irreprimibles y súbitas ganas de… robarme un libro, al fin que entre tantos nadie se iba a dar cuenta de que le faltaba uno. Así que sigilosamente, sin que nadie me viera metí a mi bolsillo el libro con el nombre más extraño que encontré: El Chanfalla.

De regreso a casa, supe que ese libro era de un tal Gonzalo Martré, y después de librar una batalla para despegar todas las hojas con una regla Barrilito de plástico, lo empecé a leer y ya no lo pude dejar hasta terminarlo. Me había apropiado de mi primer libro y todo gracias a un niño, al que le decían El Chanfalla y que vivía en la Candelaria de los Patos y cazaba ratas y no le gustaba ir a la escuela.

Pues bien, ayer en El financiero, leí que con motivo de sus 80 años, Martré reeditará sus más de treinta títulos, en una editorial de Ciudad Neza “Cofradía de Coyotes”, bonito nombre. Espero que a diferencia del Chanfalla editado en “Editores Unidos Mexicanos” pasar de una página a otra no resulte un ejercicio tortuoso, ahora que ya no tengo reglas Barrilito de plástico.

¡Salud por don Gonzalo! Y, uno cosa más, ¿en dónde distribuirán los libros de “Cofradía de Coyotes?

Por cierto, no se si sea auténticamente escrito por él, pero me encontré con este blog en el que Martré muestra con sentido del humor su desdén por Carlos Fuentes.